martes, 8 de enero de 2019

Silvia Teijeira, pianista sin prejuicios y chamamecera desde la cuna

Sello propio. Aunque el piano no es un instrumento tradicional de la música del Litoral
Sello propio. Aunque el piano no es un instrumento tradicional de la música del Litoral, Teijeira supo abrirse paso en el medio con arreglos únicos y composiciones propias.

(Foto Juan Manuel Hernández / UNO)

(Entrevista de Luciana Actis publicada en Diario Uno de Entre Ríos el sábado 5/1/2019).
Nacida y criada en Federal, comenzó a abrirse camino en la música de su tierra de manera natural y con grandes maestros.


Siempre quise tocar chamamé, pero el instrumento sonoramente remite a otro lado. Entonces, o renunciaba a eso que yo quería, o lo hacía con mi instrumento que es el piano. Así que le empecé a buscarle la vuelta. Me armé un camino y lo sigo recorriendo, lo sigo redireccionando siempre, pero consciente de que ese chamamé que tanto amo no va a sonar como suena en un festival. Más de una vez renuncié al proyecto, porque me decía 'esto no es lo que yo tengo en la cabeza, no es lo que me ha conmovido toda mi vida, no me arranca un sapucay desde adentro'. Pero aprendí que uno tiene que ir detrás de lo que quiere. Hago chamamé dentro de lo que me permite mi instrumento, porque además mi propuesta es solista, yo disfruto tocar sola, si bien también me gusta de vez en cuando tocar con otros instrumentos", cuenta Silvia Teijeira, pianista federalense que supo abrirse camino de manera orgánica y natural, en el mundo del chamamé.
Además de intérprete, es docente, compositora y arregladora. Ha plasmado su música en tres discos: Latiendo, Rulos de Zamba y Bien florido. Puro Litoral; y actualmente está preparando su cuarta producción discográfica independiente.
Su voluntad e inquietud, además de un cultivado talento y don de gentes, la han llevado a buen puerto. Aunque su instrumento es el piano, se va ganando el respeto y admiración de la gente del chamamé.
"Me gusta mucho tocar en ámbitos muy populares y por ahí, siendo pianista, no tengo la suerte de poder hacerlo, que me convoquen o acepten mis propuestas. Todavía hay un poco de reticencia hacia el piano en el ambiente del chamamé, porque es un instrumento con el que no se hace chamamé tradicionalmente. Pero cuando se da es hermoso", comenta.
Pero para ella, las cosas no se han dado sino por "prepotencia de trabajo", como escribiera Arlt en el prólogo de Los Lanzallamas. Silvia Teijeira no se sienta a esperar el llamado de algún productor, ni a que la convoquen para tocar desde alguna sala de música con un magistral Steinway. Ella misma cosió una funda reforzada para transportar su piano electrónico en el buche del colectivo, con destino a cualquier pueblo o ciudad donde haya alguien dispuesto a escucharla: "Al margen de que ahora empiezan a aparecer propuestas que vienen hacia mí, yo produzco mis cosas y propongo. Hay que moverse todo el tiempo cuando uno es independiente. Yo soy muy consciente de que toco un instrumento que se asocia a un determinado tipo de música, si bien tiene muchos cultores dentro del folclore de nuestro país. Es un trabajo de hormiga el difundir chamamé en el piano, pero si me quedaba a esperar a que todas las condiciones estén dadas, quedaba reducida a nada. Así que me compré un piano electrónico, que terminó resultando demasiado pesado y después compré otro, más pequeño, que no es lo mismo pero suena bastante bien y se me facilita transportarlo. Eso me permitió llegar a otras partes".
De pagos chamameceros
Nacida y criada en Federal, de donde es oriunda su familia paterna, cuando llegó el momento de ingresar al secundario se instaló en Paraná, ya que en su lugar de origen sólo había una institución con orientación comercial. Pero desde allá trajo con ella su amor por el piano y sus deseos de dedicarse a la música. "Era pupila en el colegio Cristo Redentor. Me hice amigos acá, en Paraná. Durante muchos años hice trabajo barrial en villas miserias y así fui formando mi grupo de contención afectiva y emocional, justo en esa época estaba llegando al final la dictadura", rememora.
Al terminar el Secundario, su familia no le permitía estudiar música, así que terminó inscribiéndose en la carrera de Derecho. "No me iba mal, pero hice un clic cuando estaba por rendir la última materia de tercero: entendí que no era lo que quería para mi vida, así que dejé Derecho y me puse a trabajar para mantenerme y estudiar piano con el Negro Aguirre, si bien yo ya tocaba desde chiquita", cuenta Silvia.
En ese momento, habiendo abandonado el ritmo y el rigor de una carrera universitaria, no quería saber nada con las instituciones educativas, por eso se fue abriendo camino con profesores particulares: "Con el Negro estudié seis años, y después quise empezar a estudiar piano más allá de la música popular y de la audioperceptiva. Él me aconsejó hablar con Graciela Reca, su profesora, que daba clases en la Escuela de Música. Y fue un peregrinaje, porque ella me puso la condición de que me inscribiera en la Escuela de Música, donde ella daba enseñaba. Así que terminé accediendo; y hoy se lo agradezco, porque me permitió otros aspectos educativos y el acceso a un título. Hasta hoy sigo estudiando con Graciela".
A la par, Silvia continuaba sus estudios con Carlos Aguirre, pero cuando él empezó a viajar y a llevar su música por otras latitudes, Silvia comenzó a estudiar con Gary Di Pietro: "Durante ese tiempo me fui haciendo una listita de maestros de la música popular, así que empecé a viajar a Buenos Aires para estudiar con Lilian Saba, después con Hilda Herrera y luego con Raúl Barboza, en París. Después me fui un tiempo a España y al regresar estudié con Marcela Martínez, una excelente pianista, discípula de Graciela Reca".
A los 21 se compró su primer piano, durante todo su proceso de aprendizaje previo tuvo que practicar en la casa de los profesores y en su colegio, el Cristo Redentor, donde había varios instrumentos. Al respecto, cuenta: "Soy la menor de tres hermanos, y si bien ser la menor tiene sus beneficios, para mí fue una desventaja en lo musical. Yo quería estudiar piano desde muy chiquita, pero en casa no me daban bolilla porque mis hermanos mayores habían empezado y abandonado los estudios de guitarra y de danzas. Pero yo era charlatana y muy sociable, con todos en el pueblo yo tenía algo que ver. Yo tenía cinco o seis años cuando un día me crucé con una chica joven, Elisa Molina, que se había recibido de profesora de piano y buscaba alumnos. De charlatana que era, la hablé y le dije que me pida en mi casa. Así que un día ella fue hasta mi casa, habló con mis padres, ellos accedieron y así empezó mi historia con el piano".
Siendo oriunda del pago más chamamecero de la provincia, tuvo la suerte de crecer sin prejuicios en lo musical, y eso se refleja en cada una de sus interpretaciones: "Tanto en mi casa como en el conservatorio de piano al que yo iba de chica se escuchaba de todo, sin ningún recelo. Y eso lo valoro mucho, no había categorías, no había una música buena y otra de segunda. Y en Federal se escuchaba mucho chamamé, por supuesto. Creo que por eso me crié sin prejuicios negativos y eso me marcó. Ojalá todos tuviéramos la posibilidad de escuchar una canción y que nos guste o no, que nos llegue o no, pero no perdernos de algo porque hay un prejuicio sobre lo que es música buena y música mala".

Un 2018 pleno de actividad
Silvia Teijeira no para y el 2018 no fue la excepción. Además de su labor docente en la Escuela Municipal de Música de Victoria, tocó en distintos puntos del país.
"Empecé en marzo con dos presentaciones en la República Oriental del Uruguay. Primero estuve en el Encuentro Internacional de Payadores y Poetas, en Minas; y después estuve en Montevideo, en un concierto que se llamó Música de Río y Monte, que organizaba una flautista de allá. En abril estuve en Río Tercero haciendo dos recitales en una biblioteca popular hermosa, donde tienen dos pianos de cola impecables, si bien fue en un ciclo de música clásica, aceptaron mi propuesta. En mayo estuve en el ciclo de pianistas del Café Vinilo, en Buenos Aires, un ciclo a cargo del pianista Andrés Pilar, quien me invitó. En agosto estuve en el 1° Encuentro de Música Ribereña Quilmes Litoral, una propuesta independiente donde pude coincidir por primera vez con Raúl Barboza. Después estuve en Neuquén, en Chos Malal y en Plottier, llevada por las escuelas de música de cada ciudad donde di talleres de chamamé y a la noche recitales. Y en diciembre estuve en Boliche Ducasse, en Concordia, en un recital compartido con Araceli Tano y Miriam Gutiérrez. Y finalmente presentamos una propuesta que se llama Entrerrianas, junto a la cantante de Larroque Celia Taffarel, Miriam Gutiérrez en bandoneón, Araceli Tano en guitarra, y yo; es una propuesta que venimos articulando para presentarla este año, pero fue una primera prueba. El 2018 fue un año musical amplio y hermoso".
Por otra parte, pudo concretar un proyecto editorial que trabajó en forma mancomunada con la Escuela Municipal de Música de Victoria y las áreas de Gráfica y Producción Radiofónica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER. "Es un libro con un objetivo didáctico para distribuir en escuelas de música; son temas de músicos entrerrianos versionados para piano por mí. Pero implican a mucha gente, como Marcela Martínez, que pedalizó y digitó las partituras. Me gusta que mis partituras sean revisadas por gente que maneja un repertorio mucho más amplio que yo. Y la gente de la UNER que se encargó del libro y de hacer el anclaje digital en el sitio web de la universidad, que va a ser ampliado con entrevistas".

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